Escrito por francisco sanz
A los leprosos se les obligaba a proclamar su estado: “¡Inmundo, inmundo!”, debían decir cuando alguien se acercaba a ellos, y mostrarles las llagas para evitar el contagio. Juan Ramón escribía: “Estoy tan lleno de jestos inmundos que no puedo hacer un jesto divino sin que se me erice la inmundicia”. Nosotros si no podemos conseguir inmunidad al menos esperamos no contagiarnos.
Ayer contra el SIDA, hoy contra el ébola y siempre contra el cáncer hemos pretendido reforzar los mecanismos inmunitarios. Las estrategias terapéuticas futuras podrían basarse en la comprensión de que las enfermedades reflejan un fallo en la operación cognitiva de la red inmunológica y podrían incorporar técnicas novedosa para reforzar la red estimulando su conectividad. Uno piensa también en curar las enfermedades sociales así, valga la metáfora. El Nobel de Medicina acaba de fallarse a favor de investigadores de la conectividad cerebral.
No sólo el miedo a la ruina, a la tontería o a la enfermedad hoy causan pánico. La misma insatisfacción con el mundo tiene inconfundibles rasgos de pánico. El que no siente pánico no está al día, probablemente, vive apartado del mundo, en un reducto de otro tiempo, protegido, reservado, privatizado, quizá incluso feliz, encerrado en una provincia a la que no llegan noticias… debería tener todavía el viejo sistema inmunológico, que consiste en protegerse de las grandes cuestiones con preocupaciones inmediatas.
Inmunidad de inmuni en un principio “librado de impuestos y tributos” más tarde “librado del servicio militar” y finalmente “no-incriminación de personas en cargos políticos” en la antigua Roma. Co-munidad significa compartir el munus (carga o débito que debe intercambiarse entre individuos) haciéndolo circular. Hoy esto circula vertiginosamente y no nos da ni comunidad ni inmunidad que valgan. Hubo un tiempo en que lo opuesto a la comunidad era la inmunidad, atributo de alguien que se sustrae a la la comunidad, interrumpe el contagio de la donación recíproca y es, en consecuencia, “ingrato”. Poco solidario, no dejándose contagiar, por ejemplo, por el pensamiento único. Alguien que no se entera de qué va la cosa, un idiota.
El ser humano no acude a la cultura y a sus instituciones para transformarse en ser biológicamente imposible, en una criatura de alguna manera aún apta para la vida; más bien procede de las circunstancias de su generación y educación de tal modo que se aprovecha de su privilegio empezar viviendo en incubadora, de haber estado siempre en un invernadero, hasta en sus más íntimas dotes somáticas, en su capacidad cerebral, su sexualidad, sus estructuras inmunes… No es un ser de carencias que compensa pobreza con cultura, sino un ser de lujo.
Fuente: http://www.kaosenlared.net/component/k2/97439-¡inmundo,-inmundo