A veces nos preguntamos por qué son tan fuertes algunos lazos con la tierra o ciertas ataduras identitarias que no se desvanecen con los siglos y que generan orgullo y polémica, a partes iguales, cada vez que se las nombra. Si nos ponemos a analizar cada uno de los casos en que la susceptibilidad por la pertenencia a una cultura o a cualquier grupo social está a flor de piel veremos que detrás siempre hay dolor. Debajo de cada piel sensible o iracunda, individual o colectiva, hay historias dolorosas de incomprensión, persecución o ilusiones truncas (aquello de «lo que pudimos ser y no fuimos»).
Abd-el-Krim, líder de las insurrecciones del Rif en tiempos del protectorado español, cuya vuelta del exilio siempre reclamaron sus seguidores, hasta su muerte, en El Cairo, en 1963. La portada de la revista ‘Time’ es de 1925.